Staedtler y el origen del lápiz
Bs 04x11 · 16min. · 18/01/19
Bs 04x11 · 16min. · 18/01/19
Parece mentira que uno de los utensilios más usados para escribir haya sido inventado varios lustros después del surgimiento de la escritura. De hecho parece increíble que el hombre haya podido escribir sin un triste lápiz, pero ha sido así. En el Medievo se escribía en los pergaminos con unas pequeñas brochas denominadas penicillum, que derivó en la palabra ‘pincel’.
El mundo del arte fue pionero en el uso de este invento. Uno de los primeros en dar rienda suelta a su creatividad en este sentido fue el pintor y grabador alemán Alberto Durero, quien a comienzos de siglo XVI utilizaba una barrita de plomo y estaño llamada ‘Punta de plata’. Gracias a esta invención Durero disminuyó considerablemente el gasto de papel porque este material podía borrarse con una simple miga de pan.
Pero la historia del lápiz realmente comienza unos años más tarde y casi tiene visos de leyenda. En 1564 una tormenta derribó un roble gigante en el poblado de Cumberland, Inglaterra. Un grupo de paisanos se acercaron y vieron que las raíces estaban llenas de una sustancia negra, de aspecto mineral, que nadie conocía hasta entonces. Aquella sustancia era grafito y dadas sus cualidades para manchar, lo usaron para marcar al ganado.
Ya que estoy hablando de nombres –que no de naming– tengo que decir que la palabra ‘lápiz’ tiene su origen en la voz latina lapis (piedra), que por el uso empezó a decirse ‘lápiz’ a partir del XVIII. Esta palabra llegó a España como un italianismo del ámbito de la pintura que se refería a las barritas de grafito. De hecho, si leemos textos originales de autores del Siglo de Oro como Luis de Góngora, podemos ver cómo todavía empleaban la palabra ‘lapis’.
Mucho antes, en la Alemania del siglo XVII, existían gremios de artesanos llamados ‘hacedores de lápices de plomo’, los cuales ejercían su oficio –sobre todo– en la región de Nuremberg. Si os fijáis Alemania es fundamental en la evolución histórica del lápiz. Hasta ahora hemos hablado de alemanes como Durero, Abraham G. Werner o Conrad von Gesner, que no era alemán (era suizo) pero su obra influyó mucho a los naturalistas germanos.
¿Por qué Alemania y en concreto Nuremberg fue tan importante para el devenir del lápiz? La respuesta está bajo tierra. Nuremberg está rodeada de grandes bosques y ríos como el Pegnitz, lo que la convierte en una zona geológicamente perfecta para la explotación de minas de grafito. Por eso es históricamente una de las cunas europeas de la industria gráfica, tecnológica y farmacéutica.
Uno de estos ‘hacedores de lápices’ fue Friedrich Staedtler. En 1662 él fue el primer artesano en realizar todo el proceso de creación de un lapicero, desde la obtención de la mina hasta el corte de las tablillas de madera y su consiguiente acabado. Esto puede parecer absurdo, pero no era tan fácil. El grafito se había convertido en un mineral imprescindible para la aleación y fundición de armas y equipamiento militar, por lo que tenía un gran valor y su extracción estaba muy controlada. De hecho, la corona inglesa lo usaba para fundir cañones y quien lo extrajera ilegalmente se enfrentaría a pena de muerte.
Pese a todo Friedrich Staedtler se la jugó y violó deliberadamente las normas del Consejo de Nuremberg. Las autoridades habían determinado que para hacer lapiceros se necesitaba la mano de dos expertos diferentes. Sus actos quedaron reflejados en el archivo histórico de la ciudad y allanaron el terreno para el resto de fabricantes de lápices.
Aunque la marca Faber-Castell cuenta con la fama de ser la primera marca de lápices de Alemania, porque fue fundada 1761 muy cerca de Nuremberg, realmente la estirpe de artesanos más antigua de ‘hacedores de lápices’ es la de los Staedtler; pero hasta 1835 no se constituyeron como empresa.
El detonante que les llevó a fundar la marca Staedtler fue de nuevo una innovación. En 1834 Johann Sebastian Staedtler inventó el primer lápiz de color, pero el Consejo de Nuremberg no le dio permiso para producir carboncillo, sanguina y lápices pastel, hasta 1835. Cuando se lo concedieron creó la compañía y diseñó un plan estratégico para vender sus lápices por todo el mundo.
Tengo que recordar que, como vimos en el artículo que le dedicamos en BrandStocker a la marca Bic, el bolígrafo no se inventó hasta 1888, por eso el éxito del lapicero no tuvo igual. Las marcas alemanas de lápices estaban en plena expansión internacional y se les escapó una mejora sustancial de los lapiceros. En 1858 un jamaicano llamado Hymen Lipman tuvo la genial idea de colocar una goma en el extremo opuesto de la punta de un lápiz. Y no solo tuvo la idea sino que además la patentó y pasó a la historia como el inventor de la goma del lápiz.
Con el paso de los años se mejoró la fabricación de lápices. Se añadió arcilla al polvo de granito y se empezó a cocer dentro de hornos. Este proceso era determinante para la calidad y dureza de la mina. Todo dependía de la cantidad de arcilla que se agregaba a la mezcla. Esto dio lugar a otro pasito más en la evolución del lápiz.
Hasta 1890 los lápices eran pintados de color oscuro o ni estaban pintados. Ese mismo año la compañía austriaca Hardtmuth lanzó un modelo de lapicero de gran calidad que tenía varias densidades de dureza, y para diferenciarlo de los demás fue pintado de amarillo. Estaba concebido para ser el mejor lápiz del mundo y, por supuesto, el más caro. El lápiz tuvo tanto éxito que a partir de entonces el color amarillo se convirtió en sinónimo de calidad, y rápidamente la competencia se puso fabricar lápices amarillos.
A los pocos años Staedtler intentó hacer algo parecido y comercializó el modelo ‘Lumograph’ que era también de gran calidad pero estaba pintado en azul. La inversión de la compañía en branding fue muy ambiciosa, para este lápiz crearon un naming y posteriormente un símbolo. El nombre que registraron fue Mars en alusión al Dios romano de la guerra Marte. Aunque Marte era representado con el mítico busto de yelmo encrestado, uno de sus símbolos era el pájaro carpintero.
Así que los artículos de la firma fueron marcados con el texto descriptivo ‘Mars Lumograph’ desde 1900 y le añadieron el símbolo del yelmo en 1908. Poco a poco este isotipo se fue usando con mayor frecuencia en toda la gama de productos. En 1958 pasó a formar parte del imagotipo de la compañía y se extendió por toda la imagen corporativa, y como el origen de la marca fue el Lumograph de color azul, toda identidad ha continuado con ese color hasta nuestros días.
Los Mars fueron un éxito, pero el consumidor seguía asociando la calidad al color amarillo, así que al año siguiente de presentar su lápiz azul, lanzaron el modelo Noris, el legendario lápiz negro y amarillo. para entonces Staedtler ya no fabricaba solamente lapiceros, también vendía gomas, borradores, sacapuntas y todo tipo de complementos para sus lapiceros; y cuando la industria parecía haber alcanzado techo… llegó el portaminas y todo volvió a empezar.
Antes de acabar quiero incidir en la capacidad evolutiva de esta compañía en el mundo de las artes gráficas y las manualidades. Prueba de ello fue cuando en 1978 absorbieron a una compañía que había comprado la fórmula de una pasta de modelar que se endurecía en el horno de casa. Hoy esa pasta es mundialmente conocida por el nombre de FIMO, naming que le dio Staedtler.
La fórmula de esta arcilla polimérica ha sido fundamental para la última gran creación de Staedtler: Wopex, un material ecológico compuesto por restos de madera de bosques sostenibles, polímeros y ceras, empleado en la fabricación de lápices de grafito. Este material llegó en el año 2009 y demuestra que Staedtler actualmente sigue correspondiendo al legado histórico e innovador de su fundador.
Branding rules!
Bs 04x20 · 21min. · 21/06/19
Bs 04x19 · 30min. · 07/06/19
Bs 04x18 · 23min. · 24/05/19
Bs 04x17 · 22min. · 10/05/19