Monopoly, la marca que se construyó sobre una mentira
Bs 06x07 · 19min. · 02/12/20
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Hay pocas marcas a las que le hayan dedicado más libros que a Monopoly. El motivo es que este famoso juego de mesa protagonizó uno de los procesos judiciales más largos e interesantes de los EEUU… que hoy vamos a destripar.
El sueño de todo amante a los juegos de mesa es diseñar su propio juego y forrarse como hizo Charles Darrow cuando creó el Monopoly. Darrow es la primera persona en hacerse millonaria con un juego de mesa. Y la historia que le rodea es tan curiosa que incluso aparecía en la caja de las primeras ediciones. Veréis…
Charles Darrow era un ingeniero de Pensilvania que se arruinó vendiendo estufas tras “El Crack” de 1929, y durante la Gran Depresión de los años treinta, estaba en paro. Un día vio a un mendigo en la calle y se paró para darle unas monedas. Tras escudriñarlo bien se dio cuenta que era un antiguo compañero suyo del colegio y entablaron una conversación. Este le explicó que había tenido familia y dinero pero que su adición al juego le hizo perder a su esposa y todo lo que tenía. Antes de despedirse, el mendigo le soltó una frase lapidaria: “Lo he perdido todo, pero algún día, seré dueño del mundo, y todos tendrán que reconocerlo.” Darrow pensó que sería bueno usar esa codicia desmedida para pasar un buen rato con los amigos… y creo el Monopoly.
Pintó el tablero sobre un mantel de hule, construyó las casitas y hoteles con retales de madera y sacó los tokens de una pulsera de su hija. Como solía pasar las vacaciones en Atlantic City decidió que los nombres de las calles del tablero tenían que ser los de esta ciudad. Y como muchos de sus amigos también estaban desempleados, tuvo la genial idea de hacer billetes de mentira para poder comprar y vender las propiedades.
En 1934 se lo presentó a la compañía de juegos estadounidenses Parker Brothers, pero sus responsables lo rechazaron tras identificar “52 errores básicos de diseño”. Además decían que las partidas resultaban excesivamente largas y que era difícil de aprender su mecánica de juego. Así que, como a sus colegas les gustaba tanto el juego, Darrow lo patentó y empezó a venderlo él mismo por cuatro dólares cada uno.
Según crecían las ventas empezó a optimizar el proceso de fabricación. Inicialmente lo hacían a mano entre su esposa, que además estaba embarazada, su hijo y él. Pero cuando logró vender casi 6.000 copias, tuvo que externalizar la fabricación a una imprenta de Filadelfia para profesionalizarlo un poco y que el tablero no fuera de hule, sino de cartón, y para que dejara de ser redondo.
Durante la Navidad de ese mismo año el juego se empezó a vender como churros. El éxito llegó a oídos de la mujer de uno de los jefazos de Parker, quien presionó a su marido para que adquirieran los derechos del Monopoly. Cuando acabaron las fiestas, Parker Brothers le compró el juego a Darrow y le hicieron multimillonario. Darrow cobró un porcentaje por cada Monopoly que se vendía porque el juego estaba patentado a su nombre. ¡Bien jugado Darrow!.
Pese a la crisis que vivía el país, cada semana se vendían 20.000 unidades del juego de mesa más exitoso de la historia. La clave estaba en que la gente podía fantasear sobre un tablero con comprar y vender unos inmuebles que en la vida real no se podía permitir. Parker arrasó hasta nuestros días, ahora bajo la marca Hasbro. Prueba de ello es que el Monopoly se ha comercializado en 43 idiomas y se calcula que más de 500 millones de personas han jugado al menos una partida.
Como al principio no se comercializa en todos los países, fueron apareciendo distintas versiones adaptadas a algunas zonas. En España tiene gran éxito “El Palé”, una versión castellanizada del Monopoly, con las calles de Madrid. En la antigua Unión Soviética, el Monopoly estaba prohibido por potenciar las ideas del libre mercado. Lo mismo sucedía y sucede actualmente en Cuba, donde tienen su propia versión del juego: “Deuda Eterna”. En vez de negociantes que compran las calles, los protagonistas son países del tercer mundo que tienen que derrotar al FMI.
Preocupado por esta visión capitalista del Monopoly y la exaltación de la codicia y la acumulación de riquezas, en los 70, el profesor universitario Ralph Anspach creó el Anti-Monopoly. Este juego tenía unas reglas inspiradas en una ideología económica creada un siglo antes por Henry George: el Georgismo. Esta doctrina defendía que cada individuo es dueño de lo que pueda crear, mientras que todo aquello que es proporcionado por la naturaleza (sobre todo la tierra), pertenece a todo el mundo por igual.
Como era de esperar, Parker Brothers demandaron a Anspach por violación de marca registrada en 1974. Este alegaba que “monopoly” era una palabra común inglesa que significa “monopolio” y que, por lo tanto, estaba exenta de cualquier registro comercial. Además el prefijo “anti” significa claramente lo contrario a monopolio, es decir que no era lo mismo.
La ley parecía estar de su parte, pero el enfrentamiento contra los abogados de una multinacional, no era moco de pavo. Por eso, como parte de su defensa, Anspach realizó una investigación que a día de hoy se sigue estudiando en los colegios de abogados de medio mundo.
Anspach descubrió la patente de un juego muy parecido al Monopoly llamado “Landlord’s Game” (El juego del terrateniente, en inglés). Su creadora era Elizabeth Magie, una diseñadora de juegos de mesa estadounidense que además era una activista de izquierdas georgista.
Lizzie Magie (como era conocida) quería acercar las ideas de Henry George a la gente y de paso alertarle sobre las consecuencias de la especulación con el terrero. Por eso en 1902 creó “Landlord’s Game”. Su juego tenía dos mecánicas: una monopólica, para que los jugadores acapararan lo más posible, y otra antimonopólica, en la que se repartía la riqueza. El juego tuvo éxito sobre todo entre los georgistas, de hecho Lizzie llegó a crear una empresa para distribuir libremente su juego: Economic Game Co.
Lo cierto es que el Landlord’s Game fue pasando de mano en mano y sufriendo modificaciones. Por cada nueva mano que pasaba el juego mejoraba. De hecho muchas de estas mejoras las realizaron los “Los Cuáqueros”, la comunidad religiosa de “Los Amigos” de la que ya hablamos en BrandStocker cuando analizamos la historia de los zapatos Clarks. Como os habréis percatado, de las dos mecánicas originales del juego triunfó solo una… la del monopolio.
Anspach documentó que en 1924, un amigo le hizo llegar una copia de este juego a Charles Darrow. Por lo tanto, toda la historia del mendigo etc. era mentira. Pero ahí no quedó la cosa. Consiguió demostrar que, sorprendentemente, en noviembre de 1936 Parker Brothers le compró la patente a Lizzie Magie por 500 dólares. ¿Por qué? porqué la empresa estaría en bancarrota de no ser por las ventas del Monopoly, y no podían dejar que la historia real saliera a la luz y lapidase su boyante negocio.
Tras 5 años de litigio las partes llegaron a un acuerdo que permitió a Anspach continuar comercializando su Anti-Monopoly. Además, en 1983 la Corte Suprema de los Estados Unidos le otorgó los derechos de la marca registrada “Antimonopolio” y el sufijo “monopolio” de Parker Brothers. Luego escribió un libro contando la verdadera historia del monopolio y su lucha legal por el juego. Curiosamente tras este libro surgieron un montón de libros de autores legalistas contando el origen de la marca Monopoly.
Más allá de que Lizzie Magie muriera olvidada por el mundo y que Charles Darrow lo hiciera podrido de dinero, las anécdotas que hay sobre este juego no son pocas, la verdad. Por ejemplo cuando el servicio secreto británico, el MI6, utilizó el Monopoly durante la Segunda Guerra Mundial para esconder mapas, compases, dinero real, limas y todo tipo de objetos para ayudar a escapar a los prisioneros de guerra retenidos en los campos de concentración nazi.
En 1935 Parker Brothers le pidió a un viñetista político llamado Frankling “F.O.” Alexander que hiciera las ilustraciones y el diseño del tablero de juego. Él diseñó el personaje que aparece en la cárcel, que no es otro que “Jake the Jailbird”, un famoso delincuente de aquella época que acabó entre rejas gracias al agente Edgar Mallory.
Además del branding de la marca, “F.O.” Alexander también diseñó al famoso “señor Monopoly”, que realmente se llama Milburn Pennybags (“bolsas de peniques” en inglés). Este personaje ha llegado a ser el sexto hombre de ficción más rico del mundo según Forbes. Sobre él se sabe que lleva monóculo, que tiene un coche de carreras y sombrero de copa, pero además que su mujer se llama Madge, su perro es Scottie y tiene tres sobrinos: Andy, Randy y Sandy. Pero desgraciadamente, en una nueva jugarreta de Parker Brothers, el artista jamás recibió un “penique” por su trabajo.
En marzo de 1970, la revista Psychology Today regaló el juego “Blacks & Whites”. Era un experimento en forma de juego de mesa inspirado en el Monopoly pero con conciencia social. No solo reflejaba el racismo de la época, sino que también estaba destinado a efectuar un cambio de mentalidad en la gente. Los jugadores se dividían en blancos y negros y tenían que hacer progresos económicos mientras competían entre ellos. Para que os hagáis una idea, los negros no podían comprar determinadas calles mientras que los blancos sí; o los negros empezaban a jugar con 10.000$ pero los blancos con 100.000$… en fin, llamativo cuanto menos.
Más recientemente el Monopoly protagonizó un capítulo de Los Simpson. El juego desemboca en una pelea entre Homer y Bart por las deudas que el padre contrae con su hijo. Una prueba más de su éxito.
Curiosamente la aparición de ordenadores, videoconsolas o juegos más tecnológicos, no han podido con el “monopolio” que tiene Monopoly en el lineal. Esto es así en gran medida porque su principal fuente de ingresos es licenciar con franquicias como El Señor de Los Anillos, Harry Potter o Fornite.
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