Milan y el origen de la goma de borrar
Bs 07x01 · 20min. · 01/09/21
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A quién no le gusta ese olorcillo a nuevo cuando abres un libro por primera vez, ese olor a imprenta, a recién salido del horno. Estoy convencido que le gusta a todo el mundo. Sobre todo en el caso de los cómics, que tienen más color, es un olor que puede llevarnos a la sinestesia… un dibujo espectacular, más una buena historia, sumado a un olor que lo impregna todo, es una tormenta perfecta de estímulos que hace que nos enamoremos de unas obras más que de otras. Y algo muy parecido seguro que te pasa también con los lápices y las gomas de borrar.
Porque me digas que cuando vas a una librería o a un centro comercial no te gusta ir a la sección de papelería a ver si han sacado algún invento nuevo, y de paso hueles las gomas y los rotuladores. Si te dedicas al diseño como yo o simplemente te molan las manualidades, estoy convencido que eres de los míos y te puedes pasar horas en ese pasillo abriendo cajas y oliendo cosas.
Bueno, y hablamos de asuntos mayores si nos metemos en el universo de las gomas de borrar. Ese olor casi casi apetitoso, porque sabes que no es comida pero cada vez que lo hueles te entran unas ganas irremediables de hincarle el diente a ese cuadradito de goma con esa textura entre mate, suave y rugosa… ¡Mmmmm! Eso sí, no me vale cualquier goma. No todas las gomas huelen igual. Tú esto lo sabes. De hecho las que mejor huelen son las de la marca Milan. No me digas por qué, pero es así. Huelen a goma-goma, a goma de toda la vida, a goma de cuando ibas al cole; y aquí ya entras en un éxtasis nostálgico que puf!…
Aunque parezca mentira hubo un tiempo en el que no había gomas de borrar, o también llamados borradores. Si eras un escribano del medievo y cometías una errata tenías dos opciones: o enmendabas el error con piedra pómez o repetías ese manuscrito. También era habitual corregir los errores en papiro o pergamino con la cera de las velas o, si estabas en el país del Sol naciente, con miga de pan. En cualquier caso, la goma de borrar tal y como la conocemos hoy no se inventó hasta que los conquistadores españoles descubrieron el caucho natural.
Bernal Díaz del Castillo, conquistador español que participó en la conquista de México y que posteriormente fue regidor de Santiago de Guatemala, se quedó asombrado con el juego de pelota y los saltos enormes que daban las esféricos de goma de los aztecas. Aquellos balones estaban elaborados con la resina de una planta llamada Castilla elástica o caucho. Las civilizaciones mesoamericanas llevaban siglos usando esta resina para elaborar vasijas, zapatos y herramientas, por su elasticidad y su impermeabilidad. Ésta última peculiaridad tuvo una consecuencia inesperada en Portugal. Cuando los portugueses volvieron a su país desde Brasil con aquellas telas engomadas e impermeables, impresionaron tanto a la gente que fueron juzgados por brujería.
Cuando las primeras muestras de caucho llegaron a España se observó que aquel material era bueno para borrar escritos a lápiz sobre papel. –Recuerda que cuando te conté la historia de Staedtler vimos que el lápiz se había inventado en 1564– Es decir, que como tantos y tantos inventos de la historia, la goma de borrar fue creada por un español, pero como su uso está documentado pero no su inventor, los historiadores ingleses atribuyeron este hallazgo a un ingeniero británico llamado Edward Nairne, que además la “descubrió” varios siglos después.
Tuvo que pasar casi un siglo hasta que en 1839, a Charles Goodyear se le cayó una mezcla de caucho y azufre sobre una estufa caliente y descubrió la vulcanización. Pero de esto ya te hablaré en otro episodio. Sí te puedo decir que, en marzo de 1850, Hymen Lipman registró la primera patente de un lápiz con un borrador en el extremo. Patente, por cierto, que vendió doce años más tarde por 100.000 dólares de la época.
Por fin, en el siglo XX, la historia de la goma de borrar vuelve a España, concretamente a Girona. Santiago Marcó Pomar, hijo y sobrino de maestros, empezó su vida laboral en la manufactura del corcho. Ya sabes que en Cataluña el cava es un motor económico y sus botellas se cierran con tapones de corcho. Así que tenemos a Santiago Marcó como encargado de una fábrica de corcho. Tras esta experiencia se puso a comercializar accesorios y recambios para el sector corchero… pero vendió muy poco.
Estamos en medio de la I Guerra Mundial cuando Santiago Marcó conoció a un químico inglés llamado Ralph Somers, que trabajaba en una fábrica de corcho en Palamós. Al ver la mala suerte que nuestro protagonista estaba teniendo con sus ventas, el químico decidió darle una serie de fórmulas para hacer tinta, lacres, cola blanca y gomas de borrar. Así que en 1918 Santiago no lo dudó un segundo y se las ingenió para abrir un pequeño taller en Palafrugell, y producirlos de manera artesanal. Parece que la jugada le salió bien con las gomas de borrar (obvio) pero también con el pegamento, porque estuvieron fabricándolo hasta los años setenta.
Sobre su vida personal no he encontrado mucha más información, la verdad. Entre 1917 y 1919 fue presidente del equipo de fútbol de su pueblo, un histórico del fútbol base catalán, el FC Palafrugell, pero poco más. Hay poca información y lo poco que he encontrado está en documentos antiguos, impresos y en catalán. De hecho me he puesto en contacto con la compañía para hacerle una entrevista al CEO actual y no he tenido respuesta de la misma. Pero bueno… seguro que a estas alturas te estás preguntando de dónde viene el naming de Milan… jajaja pues lo vas a flipar.
Resulta que Santiago Marcó tenía que ir a Barcelona a vender sus productos. Era un trayecto duro que hacía en carro por las noches. Cuando llegaba a la ciudad, los comerciantes querían descuentos propios de mayoristas, pero a la hora de la verdad tenían dificultades para pagar. Un día encontró un mayorista que le pagaba religiosamente y respondía al nombre de Milan, y dada su seriedad, Santiago acordó con él que haría toda la producción con una marca del mismo nombre: Milan (No Milán). Después, al faltar el primer Milan, el hijo de Santiago: Josep Marcó Dachs, mantuvo este acuerdo verbal hasta que el último Milan murió sin hijos. Entonces la firma le compró la marca a una sobrina que seguía con vida.
Una vez establecida las bases de la compañía empezaron a llegar esos hitos que hacen grandes a las empresas. El primero llegó el mismo 1918 con la producción de la primera goma “miga de pan”, la Milan 430: cuadrada y de caucho sintético. Tras la Guerra Civil Española aprovecharon el desarrollo industrial para modernizar su fábrica y crear maquinaria propia.
Posteriormente, durante los años 50 llegaron las exportaciones en barco a Chile, Colombia y Venezuela. Y a partir de los 60 vinieron un montón de gomas icónicas que han borrado en pupitres de medio mundo. Estoy hablando de la goma Nata 624, la primera goma a base de resina de plástico y envuelta en celofán rosa; la 5020 extra soft, que fue la primera goma en no dejar virutas al borrar; la Milan 112 con forma ovalada; los borradores eléctricos; y la mítica Milan 403, más conocida como la goma gigante.
Milan ha ido diversificando su catálogo, siguen vendiendo más de 80 tipos de gomas diferentes, pero además tienen un total de 5.000 referencias que van de estuches o sacapuntas, a calculadoras y botellas de agua. Es todo un ejemplo de empresa familiar, que lleva camino de su quinta generación en manos de la familia Marcó, y que vende en más de 120 países. Es un caso de éxito y de reputación de marca absoluto porque, igual que te conté con la marca Velcro, Milan se ha convertido en sinónimo de categoría de producto. Vamos que la gente va a una papelería y no pide una goma, pide una Milan.
Yo creo que todo el mundo tiene una anécdota con esta mítica goma de borrar. ¿Quién no ha partido una goma Milan para compartirla con sus compañeros en clase?, ¿quién no ha soplado alguna vez sus virutas? por favor, ¿o quién no ha sucumbido a su aroma y le ha hincado un poquito el diente? Solamente por esto estamos ante una marca que tiene la fuerza de establecer vínculos emocionales entre consumidores de todas las edades. Por lo tanto Milan es de esas marcas que dejan un recuerdo imborrable.
Branding rules!
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