Marinelli y el origen de las campanas
Bs 01x12 · 12min. · 04/07/16
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Hay constancia de la existencia de campanas en culturas antiguas como la egipcia, india, griega o romana.
Su fabricación se empezó a dar en regiones prósperas en cobre porque favorecía la elaboración del bronce, metal esencial para su fundición. Por eso los pueblos que trabajaban el bronce desde más antiguo, fueron los que antes comenzaron a usar la campana. Es el caso de japoneses y chinos que las usan desde hace más de 4.000 años.
Al principio la campana era un objeto ritual que, por su sonoridad y sus vibraciones, pasaba por ser un amuleto mágico de carácter protector. Los egipcios recurrían a ellas en sus ceremonias funerarias, en la Edad Media las hacían sonar en las encrucijadas de caminos para alejar a las ánimas en pena, mientras que las campanas tibetanas eran –y son– un instrumento de meditación y autosanación. Pero con el tiempo se postuló como un potente medio de comunicación gracias al cristianismo.
San Paulino de Nola, impulsor del uso de la campana (354-431)
La campana llega a Europa a través de Bizancio y es adoptada por la Iglesia católica para convocar a sus fieles en torno al siglo V. Cuenta la tradición que fue San Paulino –obispo de la localidad italiana de Nola– quien estableció su uso. Hasta entonces los cristianos eran llamados casa por casa con el sonido de una campanilla que servía para señalar o avisar de la hora de las reuniones. Esta costumbre dio origen a uno de sus primeros nombres, el término signum.
En 561 un texto de Gregorio de Tours confirma la existencia de una campana que estaba colocada en una torreta especial para llamar a los fieles. Esta construcción se difundió a partir del siglo VIII cuando el Papa Esteban II ordenó la construcción de una torre con tres campanas junto a la Basílica de San Pedro.
Detalle del tapiz de Bayeux en el que se tocan las campanas en un funeral (Siglo XI)
Según fue avanzando la Edad Media y evolucionó la arquitectura románica, se empezaron a levantar los primeros campanarios integrados en las iglesias. Por aquella época estaba muy extendida la creencia de que el bronce de Campania –región del sur de Italia– era el mejor que había y de ahí el nombre de campana. Seguramente os estéis preguntando por qué no se dice campana también en inglés o en alemán, y la respuesta está en que al ser lenguas germánicas utilizan el prefijo «bel» para referirse a ella por su sonido «bello».
Las campanas fueron adquiriendo un carácter más social y se empezaron a utilizar para llamar a la gente del trabajo al descanso o para que los enfermos de lepra advirtieran de su presencia a los transeúntes. Pronto la iglesia las denominó como Res Sacrae, es decir, «Cosa Sagrada», ya que las consideraba un puente entre lo terrenal y lo celestial.
Ritual centenario de fundición de las campanas Marinelli (Siglo XX)
Pero volvamos al sur de Italia para hacer una visita obligada a la pequeña villa de Agnone. En esta localidad se fundó en el año 1.040 d.C. la marca que hoy nos atañe, la Fundición de Campanas Marinelli.
Realmente esta empresa es heredera de un taller de elaboración de campanas que se encontraba en Agnone, y pasó a manos de la familia Marinelli en el año 1.339. Pero en cualquier caso se trata de la empresa más antigua de Italia y una de las más antiguas del mundo con casi mil años de historia.
Ritual centenario de fundición de las campanas Marinelli (Actualidad)
Hay que recordar que se crea en la Edad Media, en plena fiebre constructiva entre el románico y el gótico. En esa época la Escuela de Traductores de Toledo era la puerta de entrada del conocimiento filosófico y teológico en Europa, para deleite de los gremios de constructores y artesanos que se nutrían de sus textos.
El bronce es el resultado de la aleación de cobre con estaño y por lo tanto es un proceso alquímico asociado a un conocimiento hermético que, en la empresa, se ha ido transmitiendo generación tras generación, hasta nuestros días. Al igual que vimos con la marca Coca-Cola, su éxito reside en una fórmula secreta, en este caso de aleación y fundición a la cera perdida. Prueba de ello es que su proceso de fabricación es un ritual que dura varios meses y se ha conservado inalterado desde la Edad Media. En él están presentes el fuego, la tierra, el aire, el agua y las oraciones de un Arzobispo que acompañan a la colada de bronce hasta rellenar el molde. Una vez lista la campana, el Arzobispo y los artesanos le dedican buenos augurios a su obra para que tenga una larga vida.
Artesano de la Fundición Marinelli preparando la base de las campanas con ladrillos y arcilla
La familia Marinelli estima que antes de 1.200 d.C. ya habían creado campanas gigantes siguiendo este mismo procedimiento. Hay que valorar que las campanas fueron aumentando de tamaño hasta que en el siglo XIII se empezaron a fundir con grandes dimensiones, lo que sitúa a la compañía en la vanguardia de este arte. De hecho, está documentado que en 1.339, Nicodemo Marinelli –apodado Campanarus– fundió una campana de dos quintales para una iglesia de la ciudad de Frosinone.
Es una industria que está a punto de extinguirse ya que apenas quedan unas pocas decenas de empresas que se dedican a fundir campanas. Y de las que sobreviven, muchas siguen procesos muy industrializados.
Tsar Kolokol o campana del Zar es la campana más grande del mundo. Moscú
Entonces ¿cómo es posible que haya sobrevivido tanto tiempo?. Sencillo. De por sí no hay prácticamente competencia y cada vez hay menos iglesias. Entonces solo les queda apostar por proyectos en cualquier parte del mundo. Además consiguen un producto excelente y la fama de su marca les avala desde hace siglos. Por eso los pocos trabajos que surjan serán realizados por ellos. Viendo sus cifras no es que se mantenga viva sino que está creciendo como nunca. Las exportaciones suponen el 20% de su facturación anual, cuatro veces más que en el año 2.000. De ahí que sus trabajos cuelguen de edificios en Pekín, Jerusalén, Suramérica, Corea del Sur o en la sede de Naciones Unidas en Nueva York.
Marinelli tiene el privilegio de poder firmar sus campanas con el escudo papal
El honor más importante del que la fundición puede presumir, es la posibilidad de utilizar el escudo papal en su producción; privilegio concedido por el Papa Pío XI en 1.924 al otorgarles el título de Fundición Pontificia. Desde entonces su logotipo va asociado a las dos llaves cruzadas, como símbolo de la palabra dada por Cristo a San Pedro recogida en el Evangelio de Mateo: –“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos.”– Además su tagline se vio alterado pasando de ser “Fundición de Campanas Marinelli” a “Fundición Pontificia de Campanas Marinelli”.
En 1991, la pasión por las campanas del entonces dueño Pasquale Marinelli, le llevó a abrir el Museo Histórico de la Campana. Sencillamente es la mayor y mejor colección de campanas del mundo. Allí se conservan estudios, manuscritos, documentos antiguos y libros tan raros como la edición holandesa –de 1.664– de «Tintinnabulis», la denominada «la Biblia» del arte de la campana.
Pasquale y Armando Marinelli, actuales gerentes de la compañía – Campana homenaje a Benedicto XVI
Para terminar, diremos que el volumen de fabricación es de tan sólo 50 campanas al año. Y aunque históricamente se destinaban a catedrales, santuarios, iglesias y monasterios, en la actualidad también tienen encargos de edificios públicos y grandes obras civiles.
La firma, hoy en día sigue en manos de la familia fundacional. Cuenta con más de 20 empleados que igualmente son descendientes de varias familias de artesanos que trabajaron históricamente con ellos. Con estos mimbres, no es de extrañar que el sonido de sus campanadas sea reconocido mundialmente. Y su trabajo artístico sea considerado como uno de los más impecables y detallados que existe.
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