Danone y el origen del yogur
Bs 05x18 · 19min. · 06/05/20
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Etimológicamente, la palabra yogur proviene del término turco yoğurt que a su vez deriva del verbo yoğurmak, que significa “amasar”, ya que este era el método de su preparación. La fermentación de la lactosa en ácido láctico es lo que da al yogur su textura y sabor tan distintivo.
En la antigüedad los pueblos nómadas transportaban la leche fresca en sacos que, por lo general, eran de piel de cabra. El calor y el contacto de la leche con la piel de cabra ayudaba a que se multiplicasen las bacterias ácidas que fermentaban la leche. Así que la leche se convertía en una masa coagulada que no llegaba a ser sólida del todo. Una vez fermentada la leche, aquellas bolsas se reutilizaban y se volvían a llenar de leche fresca que se transformaba de nuevo en leche fermentada gracias a los residuos resultantes… y así sucesivamente.
Aquellos pueblos nómadas se encontraban en Asia Central, Bulgaria y Turquía, desde donde se introdujo en toda la península balcánica. Para estos pueblos el yogur se convirtió en el alimento básico por lo fácil que se transportaba y conservaba.
En 1905 Isaac Carasso, un joven judío sefardí de la ciudad griega de Salónica, descubrió la existencia del yogur gracias a unos comerciantes búlgaros. Estos vendían “una leche de oveja fermentada de aspecto viscoso y sabor agrio” que llamaban jaurt, y afirmaban que su receta tenía miles de años.
Los sefardíes son los judíos que vivieron en las Coronas de Castilla y Aragón hasta su expulsión por los Reyes Católicos en 1492; y sus descendientes, aunque no hayan vivido en España, permanecen muy ligados a la cultura hispánica. Tras la diáspora, la familia Carasso llegó a una de las ciudades comerciales más importantes del mar Egeo, Salónica, y allí se convirtieron en unos destacados exportadores de aceite y frutos secos.
Curiosamente, ese mismo año de 1905, el microbiólogo búlgaro Stamen Grigorov descubrió el Lactobacillus bulgaricus, la bacteria del ácido láctico responsable de la fermentación del jaurt. Este descubrimiento fue esencial para que tres años más tarde el científico ruso Ilía Metchnikoff recibiera el premio Nobel de Medicina por un estudio en el que asociaba la longevidad de la gente al consumo de leches fermentadas.
Carasso estaba alucinado con las conclusiones de Metchnikoff, y en 1909 se fue a visitarle al Instituto Pateur de París. El científico también era de ascendencia judía, algo que posibilitó que le abriera las puertas de su laboratorio y le contara los beneficios del yogur. Carasso cada vez tenía más claro que quería comercializar el yogur, por eso también estuvo visitando la región búlgara de Tran. Los comerciantes búlgaros que le descubrieron el yogur eran de aquella zona, al igual que Grigorov (el microbiólogo que descubrió el Lactobacillus bulgaricus) y todas las crónicas apuntaban que allí se elaboraba el mejor jaurt. Pero Isaac Carasso sufrió un revés que pospondría sus planes unos años.
En 1910 estalló la Guerra Italoturca y luego la siguieron las dos Guerras Balcánicas de 1912 y 1913 que darían lugar a la primera Guerra Mundial. A sí que cuando los soldados búlgaros y griegos entraron en Salónica, los Carasso pidieron asilo en España.
Al fina, en 1916 Isaac Carasso, su mujer Esterina y sus hijos Daniel, Flor y Juana llegaron a Barcelona. En la Ciudad Condal vio que el consumo de lácteos era algo marginal. Además la población infantil tenía muchos problemas de digestión y de nutrición. Y claro… no quería que su primogénito tuviera esos problemas. Por lo tanto, tenía motivos más que suficientes para retomar su viejo plan, así que abrió una pequeña fábrica artesanal de yogures en la calle de los Ángeles 16, en el famoso barrio del Raval.
Aquel producto de bondades digestivas constatadas necesitaba un nombre. Puesto que todo surgió por ayudar a su hijo Daniel, decidió que el naming fuera un homenaje a su nombre de pila, Danón.
Los comienzos de Danone fueron duros hasta que logró que se vendieran en las farmacias. Una vez conseguido esto, Carasso alcanzó un acuerdo con la empresa de los tranvías de Barcelona para que sus cobradores depositasen en las farmacias los envases de vidrio de sus yogures. Además se ganó el apoyo de ilustres microbiólogos como Ricard Moragas y Jaume Ferran, que avalaron el apoyo de la mismísima Casa Real española en 1927. Todo iba viento en popa, así que ese mismo año se marcharon a Madrid.
En aquel año Daniel ya se había convertido en un joven empresario con una opinión discrepante sobre el devenir de la compañía. Mientras que su padre apostaba por continuar vendiendo yogures en farmacias, hospitales y clínicas, Daniel creía que había llegado el momento de introducir el producto en el mercado generalista, así que se marchó a París para abrir La Sociedad Parisina de Yogur Danone.
Al albor de la Guerra Civil española, Isaac Carasso decidió volver a juntar a toda su familia, esta vez en Francia. Este hecho hizo que Danone se considere en una empresa francesa, de hecho no hubo una fábrica de Danone en España hasta 1963. Una vez concluida la guerra, en 1939, Isaac intentó volver a su añorada España pero falleció en el camino.
Mientras su familia tuvo lidiar con la ocupación de Francia por parte de los Nazis y un antisemitismo exacerbado –como vimos en Brandstocker cuando abordamos la marca L’oréal y el origen del tinte para el pelo–. Finalmente Daniel consiguió escapar a EEUU en 1941, pero desgraciadamente su hermana Flor murió en Auschwitz.
Con la compañía asentada en Nueva York, Daniel Carasso detectó que los norteamericanos no pronunciaban bien su nombre, así que Danone cambió su naming en EEUU por el de Dannonn. Allí desarrolló algo que le había funcionado muy bien en Francia, la elaboración de yogures de sabores.
Después de esto llegó una época en la que Danone diversificó el negocio. Primero creó su propia fábrica de vidrio para envasar yogures y, ya que la tenía, aprovecharon para crear una vía nueva de negocio. Después compraron a los dos clientes más importantes de su fábrica de vidrio, la cervecera Kronenbourg y la marca de agua mineral Evian. Aunque con el tiempo se vio realmente que lo hicieron para mantener activa la fábrica de vidrio.
Finalmente, tras varias fusiones y adquisiciones, en 1979 deciden volver a los orígenes de marca. Se centraron en productos de salud y bienestar, y decidieron deshacerse de las empresas del grupo que no están en esa línea. Dejaron de fabricar vidrio y poco a poco se desprendieron de sus empresas de queso, carne, cerveza y galletas, para convertirse en una de las marcas de lácteos con mayor reputación del mundo.
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